Caminan con sus ojos cerrados,
Y mueren en sus propios desiertos.
No escuchan las vocces de otros muertos,
Muy pocos, los muertos que buscaron;
Ni entiended ni quieren sus legados,
Mas honran y lloran sus tormentos.
Mantienen la pujanza y el coraje
-Que estan en ellos por naturaleza-
Cautivos del descuido y la pereza,
Y asi vivir la paz de los errantes.
Sus tantas preguntas sin repuestas
Aplacan en su saber molderado.
Por eso, ese atavico arrebato
De ser parte de cualquier escuela
No es mas que la sordida secuela
Del simple ejercicio del acato.
Alli donde no llega lamirada
De todo su saber acumulado,
Lo mistico y lo empirico han pactado
Para paliar la pequeñez humana.